En un texto publicado por Forbes hace ya dos años, se asegura que unos 12 millones de mexicanos trabajan de manera independiente. Es una cifra que no se puede echar en saco roto. Según esto, una de cada cinco personas económicamente activas se hace cargo de su propio bienestar laboral, sin el respaldo ni los recursos de una organización formal. Visto con mirada tradicionalista, el dato apunta a un elevado grado de inestabilidad y por extensión, sugiere una economía poco sólida.
Pero esa interpretación no es la única posible. La propagación de las tecnologías digitales en los procesos productivos no es solo una realidad que extiende sus alcances, se hace cada vez más presente y transforma los ámbitos de trabajo. La idea tradicional que se tenía sobre la trayectoria del profesionista, del técnico o del colaborador, con un empleo estable y un patrón con el que se permanecía durante toda la vida, pasa cada vez más al pasado.
Podemos entonces concluir que una parte importante de aquellos independientes ya es representativa de las maneras más actuales de establecer relaciones de trabajo. Para las nuevas generaciones, formadas al 100% en un mundo de dispositivos digitales, “un mismo empleo durante toda la vida” es una noción inconcebible.
¿Un nuevo horizonte o inestabilidad permanente?
En cierto modo, no se trata de conceptos opuestos sino de formas distintas de mirar la misma situación. En un mundo cuya transformación es cada vez más acelerada, hay que aceptar que los conocimientos y pericias de hoy se volverán obsoletos al paso del tiempo. Si las necesidades cambian constantemente, no podemos esperar que los procedimientos y habilidades para satisfacerlas queden iguales. Necesariamente se deben ajustarse a las condiciones cambiantes.
De manera paralela, es inevitable que aparezcan nuevas maneras de entablar relaciones laborales. Dado que las habilidades necesarias para el empleo cambian constantemente, la idea misma de un empleo estable y una situación laboral estática se disuelven. En lugar de los acuerdos contractuales fijos y sin terminación preestablecida, crece el número de acuerdos puntuales, con un propósito y una duración acotados desde el principio.
La digitalización, como se dijo antes, es determinante para que estas formas de colaboración sean viables. Con un ordenador en las manos, un argentino que vive en Perú puede participar en cierto proyecto para una empresa de España, como parte de un equipo integrado por una consultora de Estados Unidos. Puede no existir la necesidad de que acuda regularmente a un mismo espacio, de que se siente ante un escritorio ni siquiera de que permanezca en la misma ubicación geográfica.
El cambiante panorama empresarial
Las tecnologías digitales y las nuevas formas de colaboración presentan el mayor potencial en el sector de servicios. No en vano son la parte más importante de la economía en los países más desarrollados, compuesto por vastas redes de empresas de tamaño pequeño o mediano. Por aportación al PIB, han desplazado al sector de la manufactura industrial tradicional.
Aun así, producir materias primas como cemento o bienes complejos como automóviles, resulta difícil de imaginar si no está a cargo de una empresa de grandes dimensiones. Sin embargo, toda empresa necesita responder con agilidad ante las circunstancias de mercado, que constantemente evolucionan. En este aspecto, los más esbeltos llevan ventaja sobre los grandes conglomerados. Siendo así, parece que hacia adelante será más eficiente convocar equipos de especialistas externos a la medida de la necesidad, cuando una organización necesita desarrollar un proyecto específico, como el desarrollo de un nuevo producto o la introducción de nuevos equipos, procedimientos o tecnologías en una planta en producción.
El reto humano
La evolución constante en las formas y recursos de trabajo será cada vez más habitual. Consideremos una persona que desde una oficina doméstica colabora hoy en el proyecto equis para una organización del sector financiero. En unos meses, sus conocimientos y experiencia podrían servir para otra necesidad, esta vez de una empresa manufacturera. Puede ser que circunstancias particulares exijan su presencia en cierta planta de producción. En calidad de «implant», sus intercambios diarios serán con el personal de esa empresa, en sus instalaciones.
En estas condiciones de mutación permanente, mantener la cohesión humana presenta nuevos retos. ¿Cómo conservar el amor por la camiseta, si se vale decirlo así, cuando las formas de colaboración colocan a la gente en contacto estrecho con personas de otras organizaciones, siempre distintas? ¿Cómo evitar que alguien se distancie de la cultura organizacional a la que pertenece por contacto constante con las conductas y valores de otras organizaciones?
Para atender estas necesidades, surgidas de la digitalización del mundo actual, la misma digitalización provee un recurso, la intranet empresarial. A través de dispositivos portátiles conectados a las redes inalámbricas, cualquier colaborador tiene al alcance de su bolsillo toda la información que lo vincula a su empleador, desde las más mundanas, como las asistencias y días de vacaciones, hasta los comunicados y campañas internos y las evaluaciones de clima organizacional.
La empresa conectada
Una intranet empresarial concentra toda la información del talento humano de una organización. Agilizar los procesos internos (como pago de nóminas o los trámites cotidianos sobre permisos y ausencias), fomentar la colaboración entre los equipos de trabajo y mejorar la comunicación empresa-colaborador son ejemplos más que reconocidos de sus beneficios.
Pero el uso de una intranet como recurso de aproximación persona-organización se ha ampliado, en paralelo a las transformaciones en los modos de relacionamiento laboral.
El concepto de la gamificación, que consiste en usar técnicas y recursos de los videojuegos, es un caso de gran interés, por el amplio potencial de aprovechamiento que le atribuyen los especialistas en dinámicas de desarrollo humano. Una intranet es un medio idóneo para usar los recursos de la gamificación.
A través de las experiencias propias del juego, como son el desafío y la recompensa, se pueden estimular los hábitos de bienestar saludables o las conductas que mejor reflejan una cultura empresarial. Del otro lado de la ecuación, el análisis de los procesos de reclutamiento revela que las nuevas generaciones se inclinan cada vez más por aquellas organizaciones donde se atiende su expectativa de equilibrar adecuadamente las responsabilidad laboral y calidad de vida.
Más amplias, aunque también a un plazo más alejado, están las posibilidades del metaverso. Más que ser un medio para compartir datos o información, se perfila como canal para compartir experiencias enteras, en el sentido más amplio, abarcando lo intelectual y lo sensorial en un todo integrado.
El espacio de trabajo, “la oficina” como un lugar distinto de “el hogar”, no va a desaparecer. La presencia tangible y la vivencia física serán parte del futuro igual que hoy. Las tecnologías digitales no vienen a suplantar esa realidad. Lo que están haciendo es enriquecerla con recursos, formas y contenidos nuevos. Ya es así y continuará cada vez más.